jueves, 18 de febrero de 2016

POR LAS TETAS DE MIRIAM: HACIA EL "HUMANISMO ANDINO"



Luego de los ríos de sangre de los años ochenta y noventa, surgió una narrativa con la expresa intención de testimoniar ese periodo cruento de la historia del Perú. Más de una generación de autores, la mayoría de ellos influidos por los últimos estertores de la novela realista en sus diversas variantes –desde la crónica novelada hasta manifestaciones epigonales del realismo socialista–, publicaron narraciones con ánimo verista, alusivas al “conflicto armado interno” (CVR). En pocos años se habló de un “corpus” de “la literatura de la violencia política”, incluido un debate académico estéril.

Por suerte, el tema también ha producido unas pocas novelas alejadas del paradigma realista. Quizá la más significativa sea Rosa Cuchillo de Óscar Colchado Lucio, que construye una historia desde la cosmovisión andina, donde lo real cohabita con lo mágico. Hace pocas semanas, la editorial española Áltera ha publicado otra novela que forma parte del mismo proceso de transculturación narrativa (Ángel Rama): Por las tetas de Miriam de Hernán de la Cruz Enciso.

Son varios los puntos de encuentro entre la novela de Colchado y la de Hernán de la Cruz. No solo se asemejan en su reivindicación del mundo andino, sino en su visión de la violencia como un factor exógeno e impuesto en las comunidades ‘kechwas’. El discurso político subyacente en ambas obras tiene su correlato en la tesis de Carlos Iván Degregori (Sendero Luminoso: los hondos y mortales desencuentros,  ampliado en Qué difícil es ser Dios): las partes beligerantes eran ajenas a la población, la cual estuvo “atrapada entre dos fuegos”; tesis que, como se sabe, es la base del Informe de la CVR, de la que Degregori fue uno de los comisionados.

Otro símil destacable es que ambas novelas tienen como protagonistas a una mujer senderista.  Pero si en  Rosa Cuchillo  la dirigente guerrillera Angicha –quien cautiva a Liborio, el hijo de Rosa Cuchillo– será retratada como una mujer dura y terrenal hasta en su sensualidad, en la novela de De la Cruz Enciso la esquiva “camarada Miriam” aparecerá casi como un personaje mítico e inabordable para luego, tras sus encuentros con Adalberto, humanizarse. De todos modos el perfil de ambos personajes tiene ecos de Edith Lagos o de la imagen de las senderistas como herederas de las “vaginas dentadas” de la cultura Chavín.

En Por las tetas de Miriam no solo es Aurora –“camarada Miriam”– quien tiene cualidades míticas o sobrenaturales, toda la naturaleza posee un componente mágico, animista: “En su pueblo decían de ella que tenía un pacto con las fuerzas de la naturaleza y por eso sabía en qué momento abandonar un punto crítico. ¿Sería cierto eso de que, en las noches de luna llena, caminaba en los bosques con pasos de zorra en celo y leía el futuro en las lagunas de aguas diáfanas? ¿Sería cierto también eso de que el agua tiene un lenguaje propio que solo pueden descifrar los montañeses?” (p. 105). Al inicio de la novela se relata que las truchas en el río Pampas alcanzan dimensiones enormes y luego, convertidas en amarus, ascienden al cielo para transformarse en rayos y truenos. Casi inmediatamente el agente policial Culebra observa una “sirena de escamas de plata”, que no es otra sino Miriam. La describe “blanca como la luna”, cuyos saltos se asemejan a la “gaviota de las llanuras”, ante lo cual el agente se queda paralizado “como un eucalipto seco”. El lector, desde las primeras páginas, comprende que está inmerso en un universo mágico, en donde los individuos y el entorno natural viven sucesivas y abruptas transfiguraciones, en el contexto de una de las guerras más letales de nuestra historia. De esta forma, la otrora muchacha Aurora asumirá una diversidad de sobrenombres, identidades y cualidades. Miriam es la mujer-pez, la Mujer Tempestad o Mujer Viento, y posee “la astucia del zorro y la agilidad del cernícalo”. Adalberto es Saltacara, Pedro Vega es el comandante Otorongo... No es casual que muchos apelativos se refieran a animales o a la naturaleza. Asimismo, en este juego identitario, se ofrece la antroponimia de varios personajes.

Por las tetas de Miriam es una novela dialógica, en la que interaccionan las voces inmersas en el conflicto, mientras el autor implícito comenta –en tono a veces humorístico– algunos pasajes de la acción narrativa. Uno de los elementos estructurales más destacables de la novela es el empleo de la llamada ‘técnica de las cajas chinas’ en (casi) todos los capítulos; de esta manera, el desarrollo de la historia es por momentos puesto entre paréntesis para introducirnos en microhistorias independientes –algunas de ellas fábulas o leyendas– que ponen de relieve costumbres, aprendizajes, creencias o temores individuales o colectivos.

Con todo,  en la novela  Por las tetas de Miriam hay un discurso –a veces explícito– que contrapone la música (la canción, la fiesta, el baile) a la guerra. Rama se refirió al componente musical de la novela de Arguedas (en particular, en Los ríos profundos), lirismo que también destacó Lienhard en su ensayo sobre El zorro de arriba y el zorro de abajo. Este lirismo de raigambre andina (y arguediana) es fácil de detectar también en la novela mencionada de Colchado y en la de De la Cruz Enciso. Lo interesante, en el caso de Por las tetas de Miriam, es que la música es la condición ‘sine qua non’ para la liberación y la realización de la utopía del mundo andino. En la novela se reivindica el Taki Unjuy (según transliteración del autor), una rebelión del “precursor de Mahatma Gandhi, un hombre llamado Juan Choque que jaqueó al coloniaje con solo bailes  y canciones” (p. 49). Curiosamente, uno de los protagonistas, el estudiante de sociología Adalberto Willka, recorre el convulsionado Ayacucho con la misión de elaborar una suerte de “mapa” musical de los pobladores de los Andes, engañado por quienes desde el aparato estatal desean usar su informe para manipular y someter conciencias.

Por las tetas de Miriam, como señalamos, pertenece a ese conjunto de obras narrativas que son producto del proceso de transculturación en América Latina. El reclamo del narrador de construir un “humanismo andino”, con todo lo que implica como hibridación cultural, es elocuente en ese sentido. En esta novela breve, De la Cruz demuestra oficio y destreza en la descripción de los escenarios –la intrincada geografía de la sierra sur– y en el relato de las escaramuzas y enfrentamientos propios de la guerra, así como un amplio conocimiento de la historia peruana y continental y de la mitología andina. Aunque el título de la novela elegido por el autor –si bien explicable por el argumento– nos merezca algún reparo, su lectura será una experiencia enriquecedora para quien busque una explicación no hegemónica del pasado reciente y, de paso y aún más importante, una literatura creada desde las entrañas.

DE LA CRUZ ENCISO, Hernán. Por las tetas de Miriam. Ediciones Áltera, Madrid, 2016. 156pp.


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