jueves, 24 de marzo de 2016

RESEÑA DE "CINCO ESQUINAS" DE VARGAS LLOSA, PUBLICADA EN DIARIO EXPRESO


"Cinco esquinas" de Mario Vargas Llosa: 

Una novela sobre el periodismo y el poder


“Cinco esquinas” (Alfaguara, 2016), la flamante novela de Mario Vargas Llosa, cumple con la exigencia de un ‘best-seller’: por un lado, es de fácil lectura (abundan los diálogos y cierto prosaísmo), y por el otro, combina géneros atractivos para un público masivo (la novela erótica, la novela negra o policial, el relato de suspenso o ‘thriller’). 

Además, “Cinco esquinas” es estructuralmente impecable. La novela condensa todos los recursos técnicos que han convertido a Vargas Llosa en un maestro en el arte de narrar. Por ejemplo, las mudas temporales y espaciales en el capítulo XX (“El remolino”) nos remiten en el aspecto formal a “La ciudad y los perros”, del mismo modo que el capítulo XXI es una variación del procedimiento empleado en “Pantaleón y las visitadoras”, que construía el relato sobre la base de informes policiales y una nota periodística (en el capítulo citado se incorporan artículos editoriales y entrevistas).

Sin embargo, los reparos a “Cinco esquinas” están por el lado de la eficacia de la historia y en la construcción de los personajes. Un ejemplo es Rolando Garro, el chantajista director del semanario ‘Destapes’, quien, aunque su descripción busca causar animadversión, no tiene los caracteres grotescos del inolvidable personaje Henry Chirinos, la ‘Inmundicia Viviente’ de “La fiesta del Chivo”. Tampoco el Doctor aparece del todo como ese ser siniestro que el discurso de la novela se encarga de recordarnos con reiteración, a pesar de su implicación en un crimen terrible.

Por otro lado, las aventuras lésbicas de dos mujeres acaudaladas y el posterior ‘ménage à trois’ con uno de los maridos, el ingeniero Enrique Cárdenas, lejos de la intención transgresora del narrador, solo provocan cierta hilaridad y alguna nostalgia por releer a autores como Henry Miller o Bukowski, quienes sí sabían conjugar literatura con sexualidad provocadora y descarnada.
 
Lo mejor de la novela quizá se encuentre en los personajes secundarios, como La Retaquita o Juan Peineta, este último un recitador de versos venido a menos, de la misma estirpe del entrañable guionista de radionovelas Pedro Camacho (“La tía Julia y el escribidor”). Es además la perfecta excusa del autor para trazar un recorrido por el Centro y el antiguo barrio Cinco Esquinas y su relación con el criollismo, aunque pronto es relegado por el irrelevante relato de las intrigas de alcoba de Marisa, Chabela y sus maridos.


“Cinco esquinas” muestra las dos caras del periodismo en su relación con el poder. Sus dosis de humor y su hábil narración la hacen entretenida, pero difícilmente lograrán convertirla en parte de su obra más innovadora y esencial. 


La reiteración de un discurso
Es difícil no relacionar la lectura de varios capítulos de “Cinco esquinas” con lo que escribió Umberto Eco en su ensayo “La estructura del mal gusto” sobre el ‘kitsch’ (“Apocalípticos e integrados”). Resumida en una frase, se trata de la puesta en evidencia del efecto que el autor persigue provocar en los lectores. No se alude ni sugiere, se impone un discurso que a veces aparece redundante.

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